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    Ser capaz de reír en un segundo idioma

    Chris Sawyer | miércoles, agosto 22, 2018

    ¿Es posible reír en diferentes idiomas, del mismo modo que casi instintivamente decimos "Hello!" en Inglaterra o "Merci" en Francia? Muchas veces nos frustramos porque no somos capaces de ser nosotros mismos e interactuar con naturalidad en un entorno internacional. ¿Existen fronteras lingüísticas para la risa?

    A los 24 años, conseguí una Beca Erasmus y me fui a estudiar mi último año universitario a Portugal. La sola idea de abrirme paso al mundo y conocer gente venida de otras universidades europeas me producía una felicidad y sentido de autorrealización aún hoy difícil de expresar con palabras. De repente, iba a convertirme en una joven global, iba a compartir aventuras y experiencias de vida con gente de aquí y de allá, a mezclarme con culturas que desconocía hasta el momento. Cogí la maleta repleta de ilusiones, y aterricé en una casa en el centro de Porto con dos chicas italianas, también Erasmus. Mi inglés de instituto y mi portugués “Modo de aplicação” de botella de champú, no iban a llevarme muy lejos… Con mi catalán y castellano, y su italiano, más o menos nos entendimos la primera noche. “Stasera vamos with amici che abbiamo incontrato questa settimana. Come with us!” Mi experiencia internacional, acababa de empezar. Y, tan pronto llegamos a la casa donde nos esperaban con música comercial del momento y diferentes platos de cocina internacional en la mesa, me estrellé. Todos hablaban en inglés. Y entre ellos, sólo se escuchaba inglés. Se abrazaban, hacían bromas, se preguntaban, se conocían por primera vez, reían… todo, en inglés. Salió de mí la joven aburrida, callada, tímida y abrumada, de ojos bajos… que nunca fui, y volví a casa sin haber hecho ni un nuevo amigo, pero con un propósito a medio plazo entre mis manos: trabajar duro para ser capaz de reír, en inglés.

                      

    Casi 10 años y muchas aventuras (internacionales) después, puedo asegurar que sí, la risa entiende de idiomas. Nuestra risa sonará diferente en una segunda lengua, así como lo será nuestra personalidad. Tristeza, alegría, risa a carcajadas, e incluso muecas, tendrán diferente sonido según el idioma del contexto. Porque las personas, como los líquidos, adoptamos diferentes formas según el recipiente que nos contiene (ello es, el contexto lingüístico).

    ¿Trastorno de personalidad? No: aprendiendo a ser en una segunda lengua

    Una cosa es hablar un idioma, y otra muy diferente, ser en ese idioma. Solemos achacar nuestra timidez o falta de confianza en entornos nuevos a lo desconocido, a aquello que queda fuera de los límites de nuestra zona de confort. Pero lo cierto es que todo ello es pasajero, restaurandose la autoconfianza y volviendo al “yo mismo” tan pronto como la situación o contexto así como las personas que lo conforman dejan de ser nuevos. Ello es así porque empezamos a sentirnos cómodos, nos relajamos e iniciamos una conexión con el entorno, lo que nos hace ser parte y partícipes del mismo. Tarea relativamente fácil cuando la acción se desarrolla empleando nuestra lengua materna...     

    Pero algo nos ancla a tierra firme cuando queremos salir a navegar por aguas internacionales, si no nos sentimos totalmente cómodos con la lengua utilizada (que, por supuesto, no es la nuestra ni la dominamos del mismo modo). De repente, nos damos cuenta de que debemos encontrar la bisagra que haga mover con naturalidad nuestra personalidad, en el nuevo idioma. Entran en juego el lenguaje corporal, el acento (¡oh, sí! lo creemos nuestro gran enemigo, pero hablaremos de él en otro artículo, ¡y nos daremos cuenta de que puede ser nuestro aliado!), nuestro bagaje cultural (no cuán alfabetizados somos, si no de dónde venimos y a dónde vamos), la proyección y tono de nuestra voz y la autoconfianza y orgullo que sentimos al usar la lengua extranjera para ser. Todos ellos conforman los llamados soft skills, y se llaman así porque son maleables y flexibles, adaptándose a la situación según ésta lo requiera (dicho de otro modo, los utilizamos diferentemente según el entorno en el que queramos encajar). A ellos se suman los conocimientos más técnicos del lenguaje, o hard skills. 

                                                                           

    Idiomas extranjeros como modo de vida


    Por trabajo, para viajar y conocer mundo, porque sí, por amor, como un reto personal, por gusto y devoción, por entretenimiento, porque nos gusta como suena, por sueños de futuro… Infinidad de razones nos llevan a emprender el camino de aprender un nuevo idioma. Dependiendo de la razón subyacente, nos contentaremos con alcanzar uno u otro nivel lingüístico, pero lo cierto es que siempre soñaremos con el “ser yo mismo”, sonar natural, tener carisma, poder usar el nuevo idioma como piel de nuestra identidad.

    Dominar una lengua extranjera supone ser capaces de adoptar nuestra personalidad genuina, incluso cuando hablamos en otro idioma. Y ello, es posible. Te lo dice alguien que 6 años atrás tuvo su primera entrevista de trabajo en inglés, dibujando en un papel porque no era capaz de comunicarse de otro modo. Hoy en día, ir al teatro, compartir risas donde no hay posibilidad de utilizar mi lengua materna o sentir en inglés, se han convertido en cosas y situaciones diarias entre las que me mimetizo. Porque “ser” y “estar”, son conceptos totalmente diferentes; “estar” (en inglés) es transitorio, mientras que “serlo” nos hace auténticos (también en inglés).
                               

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